En Colombia ha predominado, por lo que a la poesía hace referencia, una retórica de sensaciones, aún en autores tan vigorosos como un Silva, un de Greiff, un Barba-Jacob, un Aurelio Arturo. Con Eduardo Gómez, por primera vez escapamos de ese círculo de ondas morosas y adormecedoras. Retrato, para sí, de un poeta que quiere erigirse en conciencia ante el universo, única posición que enaltece verdaderamente el oficio literario. Cada vez más en este sentido, la poesía de Gómez procura objetivar las propias emociones y analizar el mundo exterior. Lejos nos hallamos, pues, del alarido agonista de Barba-Jacob, de la extática autocontemplación de De Greiff. El poeta actúa en función del universo y de los hombres, y sabe que es un producto social en sus facetas más extrañas u originales. Eduardo Gómez