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Alguien tiene que llevar la contraria

Debo confesarlo: le tengo cierta simpatía a esta visión realista de la democracia. El exceso de realismo es uno de mis problemas, uno de mis sesgos más acentuados. Esta doctrina del más o menos, esta lógica resignada, esta idea de que en cuestiones prácticas uno no debe apuntarle a la perfección, me parece atractiva. Nos protege contra la demagogia (una forma de corrupción) y nos recuerda que las democracias siempre incumplen sus promesas, y que todas, sin excepción, se empeñan en ofrecer lo que no pueden cumplir. Los 12 ensayos que conforman este libro son fruto de las reflexiones y las inquietudes de Alejandro Gaviria sobre ciertos temas que lo apasionan. Los escribió durante los últimos cinco años, en el poco tiempo libre que le dejaron sus obligaciones como Ministro de Salud. Tiempo robado, además, al sueño y a su familia. Los textos fueron una especie de catarsis para el funcionario y una manifestación de su optimismo por el mundo de las ideas. Es una obra ecléctica que discurre sobre las tesis de Estanislao Zuleta, Charles Darwin y Thomas Piketty, cuenta por qué en su concepción "meritocracia" era una palabra con un sentido peyorativo, expone las razones de su agnosticismo, comparte en forma de decálogos su escepticismo y presenta con cifras concretas el progreso social que ha experimentado Colombia en cincuenta años. Los hechos y pensamientos articulados en estas páginas van en contravía de lo socialmente aceptado, fluyen por cauces diferentes a los tradicionales. Son una sorpresa que lleva al autor a decirles a sus potenciales lectores: "Espero que aquí encuentren lo que no andaban buscando". Alejandro Gaviria
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