Las ruinas son la presencia fenomenológica de lo que fue, el contacto del cuerpo con la historia. Estamos rodeados de ruinas, muchas de ellas fabricadas por la retórica patrimonial que nos recuerda el papel creador y destructor del capital. Así, El tiempo de las ruinas propone interrogantes: ¿Quién habla por las ruinas? ¿O somos hablados por ellas en tanto herencia, legado, testamento? ¿Cómo interpelan al territorio del Estado, al tiempo lineal de la nación o al diseminado significante de la comunidad? ¿Y si miramos las ruinas no consagradas, las desinvestidas, las pequeñas trampas de lo cotidiano: un canal de aguas negras, un puerto arrasado, una oprobiosa zanja borrada? Desde el Camino de los Incas hasta los trazos de la «zanja nacional » en Argentina, entre la materia oscura de las aguas de Ciudad de México hasta los espectros de un edificio abandonado en Caracas, a lo largo de este libro se lee que la potencia de las ruinas modernas está relacionada con el arcaísmo del capital, por un lado, y con su tenaz violencia que produce huella, marca e indicio, por otro. El tiempo de las ruinas restituye esas marcas como un sendero, como un gesto de lectura sobre el presente.